A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia?
Isaías 55:1-2
Esta palabra siempre nos fascina. A menudo perdemos algunos minutos cuando vemos la palabra «gratis» impresa en colores vivos en los folletos de publicidad. Sin embargo, no somos ingenuos y sabemos que esa propaganda no proviene de asociaciones benéficas. Detrás de esta pretendida gratuidad se oculta el interés comercial.
El evangelio de Lucas nos habla de un joven que después de haber gastado todos sus recursos, se halló en la más completa miseria.
Entonces constató que “nadie le daba” (15:16). No esperemos nada de las promesas de este mundo; nunca satisfará nuestras profundas necesidades.
Con qué credulidad responden muchos a las ofertas mentirosas que atraen con el señuelo de aparentes ventajas.
Pero, a la inversa, ¡cuánta desconfianza hay frente al único ofrecimiento verdadero y totalmente gratuito, el que Dios propone y que no puede decepcionar!
Hoy Dios ofrece su salvación. Le propone estar en paz con él. Usted no puede pagar esta paz porque no tiene que ver con las finanzas y, de todos modos, está fuera del alcance de los esfuerzos humanos.
Pero esta paz es gratis porque su precio ya fue pagado mediante la sangre de Jesucristo. Basta con aceptarla por la fe. Sí; para usted y para todos los hombres es realmente gratuita. Es un regalo. Querer pagar esa paz es ofender a Dios.